domingo, 28 de mayo de 2017

Mi día con lafar

Llegué a la universidad a las 6:30 AM. Vi a mi profesora de conflicto y una compañera de clase. Me despedí de mi padre y me bajé del carro a saludar a todos. 


Media hora después, salimos hacia Puerto Tejada en un bus con aire acondicionado, sillas verdes y cómodas, y con el sol pegando en las ventanas. Comencé a hablar con mi amiga sobre las experiencias en la clase de conflicto, todas aquellas que me movieron más el corazón que todas las películas románticas que alguna vez vi. 

No me di cuenta a qué horas llegamos al pueblo de Padilla. Yo había grabado algo dentro del bus para hacer mi crónica. El bus paró y me bajé con mi grabadora y cámara mientras mi amiga me contaba que este pueblo tiene una alcaldía, una iglesia, un banco y un solo lugar para bailar; un coliseo, una cancha y por supuesto un parque con bancas de madera como los típicos pueblos rurales colombianos. Me recordó a Ricaurte, Valle donde voy desde niña y que, al igual que Padilla: una iglesia, un coliseo y un lugar "pa pasarla bueno".

Volvimos a montarnos al bus, esta vez rumbo a Miranda. Mi amiga me mostró el lugar donde quieren poner un basuro, donde hay casas y familias enteras alrededor; me mostrpo hasta donde vive su mamita, una casa larga con la mitad en construcción. 

El bus volteó hacia la derecha, tenía que ir hacia la izquierda. Cuando llegamos a otro pueblo, parecido al anterior, tuvimos que devolvernos y seguir derecho. 

Llegamos a Miranda donde una chiva roja nos esperaba para llevarnos a lo más alto de la montaña. Me senté en la ventana para poder grabar todo. La "chivita" arrancó con los parlantes retumbando reggaeton. 

Montañas, árboles, fincas y mucho verde. Paramos tres veces: la primera vez, el Ejército colombiano nos pidió papeles; la segunda, otra vez el Ejército, nos pidió requisa de maletas. Un soldado se posó frente a mí y me pidió abrir todos los bolsillos de mi maleta. Una profesora que iba atrás de mí me dijo que guardara mi cámara, pues tal vez nos dirían algo. Yo quería grabarlos de pies a cabeza, su uniforme, su arma, todo. Efectivamente, el soldado quien me pidió mi maleta pidió a alguien más que guardara su cámara. Portaban un uniforme beige, un casco, una maleta verde camuflado y un fusil MP4 calibre 556; la tercera, el Control de la Guardia Indígena hizo parar a la chivita. Uno de ellos estrechó la mano con quien pudo y nos dejó pasar. 

Más música, más polvo y más verde, encontramos un cartel con las palabras "Cauca por la Paz Monterredondo". Unos metros más allá, se encontraba la Zona Veredal de Miranda Cauca. 

Hicimos una fila de mujeres y otra de hombres. Me recibió una mujer quien pidió mi nombre y organización de la que venía, y lo puso en una identificación que me entregó en la mano "Aniversario 53", más abajo decía "Cumplir con lo acordado para lograr la paz". Después de eso me revisó la maleta.   

Música de pueblo sonando de fondo, viento frío, la vista de una montaña y neblina. Llegamos a un kiosco donde nos sentamos un rato en sillas de plástico blancas mientras esperábamos al comandante para una charla. Eran las 10 de la mañana y la gente decía "buenas tardes". 

Nos reunimos en círculo con el comandante Alirio. Él se presentó y nos dio la bienvenida, luego cada uno de los que llegó dijo su nombre: Isabella García, Kathleen Agudelo, Carlos Rojas, Claudia Leal, Karol Villalba, y yo, Paula Torres. Una compañera le entregó al comandante algunas cartas y un documento anillado que describía la razón de nuestra visita. 

Más arriba de la zona, había un partido de fútbol en curso y la música sonaba más duro a medida que subía caminando. Habían mujeres gritando "vamos muchachos" como porra, algunos jugadores tenían un peto con la palabra "univalle" en la espalda. 

Esa música, tan linda, tan colombiana, hacía que mis piernas se movieran, era una cumbia o guaracha. No sabía que aquella canción hacía parte de las Farc, pues la letra daba señales de eso. 

Colgados, había carteles con dibujos y frases, uno iba dedicado a la mujer: "Mujer hermosa compañera, eres la luz de vida y la esperanza de paz". Una tela grande con dibujos hechos de pintura. Eran cuadros con una historia diferente, estaban unidos por un hilo, lo que me recordó a las tejedoras de Mampuján. 

Tuvimos el privilegio de entrevistar a un excombatiente. Tengo 37 minutos de grabación. Mencionó nombres como Alvaro Uribe, la belleza de ex presidente, los medios de comunicación "nos han bombardeado por cielo y tierra". Se expresaba con palabras "hay buena voluntad de las Farc", "hasta ahora el gobierno no a dicho nada". Después de esa larga entrevista, quedé pensativa. Miraba las montañas a lo lejos, y aunque había música, un partido de fútbol en frente de mí, yo no escuchaba nada. Estaba completamente en blanco. 

La visita terminó con el comienzo de la programación del aniversario. Alcanzamos a escuchar el Himno Nacional, el Himno de las Farc "guerrilleros de las Farc, con el pueblo a triunfar, por la patria, la tierra y el pan...". Mis compañeros leyeron las cartas que habían preparado para ellos. Emotivas y poéticas. Yo estaba sentada deseando escribir como aquellos compañeros lo hicieron. 

Finalmente, mi compañera Kathleen leyó su carta, escribió sobre la paz desde el fútbol. La voz se le quebró por sus ganas de llorar. Para mí fue una tortura porque también lloro cuando veo a alguien más hacerlo, pero no pude aguantar cuando terminó su carta citando una frase de Ana Frank "a pesar de todo, pienso que la gente es buena de corazón".  

Paula Torres 

jueves, 25 de mayo de 2017

Veinte mil razones por las que...

Antes que nada, esto no es una carta de suicidio,
Así que no se asuste.
No haré tal cosa. 


Hace poco comencé a ver esa serie de la que todos hablan, sí la de esa chica que se suicida por 13 razones. Es irónico que termine con una sonrisa en la cara después de ver el último capítulo (la terminé en menos de una semana). Pero no sé porqué, fue como si algo bueno me hubiese pasado ¿por qué? Acababa de ver a una chica cortándose las muñecas, aunque no fuese real fue un poco duro verlo, como cuando mataron a Jon Snow.  

Muchos hemos pensado en quitarnos la vida por diferentes razones. Cuántas veces pensé en tirarme por el techo, ir a la cocina y hacer cosas estúpidas, y en lugar de Hannah (la chica de la serie) dejar cartas y cartas por todas partes, pero no a aquellas personas que me hicieron daño, pues por alguna razón lo hicieron; no les importaba un carajo si me moría o si seguía con vida, o si terminaría siendo una prostituta o alguien con mucho éxito. Las dejaría a personas que sí me valoraban, pero no consideraba su valor como suficiente para no acabar con mi vida. 

Esa podría ser la primera razón. Son tantas que no puedo enumerarlas por orden como hizo Hanna. Solo diré las que recuerde: 

Sí, tenía muchas malas notas, me lla,aban bruta, tonta, fea y que no llegaría lejos. Como una persona normal, llegaba al salón de clase y aquel grupito de siempre solo servía para burlarse de los demás, de mí, de los que "no llegarán lejos", bueno, yo me creí todo lo que decían, todas las miradas me afectaban, esas risitas disimuladas que hacían cada vez que un profesor los veía, eran como un golpe en el estómago. 

Nunca me pasó lo que a Hannah, pues a mí no me violaron, pero ambas cometimos el mismo error, y ese es quedarnos con la boca cerrada, no pedir ayuda, no confiar en aquellas personas que si nos querían. 

Hannah no tenía buena suerte con los hombres ¿saben qué? yo tampoco. Buscamos a los más horribles, a los más abusadores y matones. Terminábamos con el corazón roto y solo podíamos llorar, aunque a ella la molestaban por tener el mejor culo, a mí por no tenerlo. 

A diferencia de ella, yo sí tenía amigas, las veía como el escudo protector contra ese grupo, pero a veces ellas mismas me causaban dolor, aunque no lo supieran, nunca daba señales de eso. No se dieron cuenta hasta el último curso y no fui yo quien les dijo. Lamentablemente hoy no veo a esas amigas. Cuando me gradué, cuando todos dijimos cosas bonitas sabiendo que todos las ignoraríamos por el resto de nuestras vidas, yo me quedé sin esas amigas. Nunca compartí el mismo gusto con ellas de salir, soy de casa, ellas no. Consiguieron un reemplazo, tal vez ellas no lo vean así, pero se sintió como cuando te sacan de un grupo de trabajo y consiguen a uno mejor. Al principio me dolió, pero mi madre me dijo que tenía que salir adelante y superarlo. Me lo repetí muchas veces, así que fue lo que hice, lo superé y seguí adelante. 

He cometido errores, como estrellar el carro dos veces, no querer a quien me quiso, caminar en una dirección en lugar de otra, matricular una clase de 7 (todos hemos cometido ese). Hasta el día de hoy sigo temiéndole a los errores. Una y otra vez me han dicho que los errores hacen parte de lo humano, no sé porque me asusta tanto cometer uno.

En esta vida hay dos clases de personas: las que hacen bullying y los que reciben el bullying. Aunque no lo crean hice parte de ambas, sin embargo estuve inclinada hacia el lado de los que recibían el bullying. Pero ¿vale la pena quitarse la vida por aquellas personas? Por Dios, no. He aprendido que esas personas que se meten en la vida de otras son inseguras, quieren pasar por encima de todos y muchas veces tienen algo reprimido que quieren sacar. 

Aprendí que no quiero morir por otras personas sino por mí misma, es decir, morir de vieja y sabiendo que dejé huella y no cicatriz. 

-Por favor si vieron la serie no sean como Jessica, Justin, Courtney, Tyler ni ninguno de los que se mencionaron en las cintas... Muchos menos sean como Bryce. 


Paula Torres